Testimonio: Mi fracaso como Terapeuta Alama

Por Bárbara Abarca – Terapeuta Alama

Como Terapeuta Alama he sentido y visto cambios en los pacientes en los que me ha tocado trabajar. Según mi experiencia, puedo diferenciar dos grupos de pacientes: el primero, son todos aquellos que están convencidos de “querer sanarse”, mientras que el segundo grupo son todos aquellos que vienen sólo a explorar o quienes no están listos para entrar en un proceso de sanación.

Con respecto al primer grupo, ha sido gratificante ver sus avances y logros. Y digo avances porque uno nunca termina de aprender o evolucionar: nuestros Guías Espirituales, Maestros, y/o Ángeles nos van mostrando, en orden de prioridad, el siguiente aprendizaje que hay que lograr. Los pacientes vienen por algo que los tienen con muchos malestares, dolores o situaciones de vida, ya sea, físico, mental o del alma, en donde se sienten atascados y que no pueden “avanzar”. Del punto de vista espiritual, esto se entiende como una etapa de aprendizaje que no han logrado incorporar para seguir avanzando con sus vidas.

Del punto de vista espiritual, malestares, dolores o situaciones de vida, ya sean físicos, mentales o del alma, se entienden como una etapa de aprendizaje que no han logrado incorporar para seguir avanzando con sus vidas

Aplicando el Enfoque y Terapia Alama, he visto cómo se van corrigiendo esos impedimentos, pero luego, van emergiendo otros más que están “más abajo”, “más escondidos u ocultos”. El proceso terapéutico en este caso sirve para que los pacientes tomen conciencia de sus propias vivencias y rescaten o saquen a flote experiencias que creían haber superado, pero que aún es necesario trabajarlas.

Quiero ahora abordar el segundo grupo. Como terapeuta, puedo decir que no estaba preparada para sentir el “fracaso” en un inicio, de ver que no ocurren cambios en el paciente. Me cuestioné mi labor como terapeuta en un principio, sintiéndome mal, triste, incluso angustiada, me llevaba esos pensamientos a mi hogar y me costaba un tiempo sacarlos de mi mente.

¿Por qué sucedía esto?… si la terapia es efectiva, ¿seré una buena terapeuta?… Son varios los cuestionamientos que aparecieron, y que no eran para nada positivos. Me costó visualizar que la terapia era efectiva en otros pacientes.

Un día atendí un chico que me dice: “ya,…dime todo”, ya que él venía con la intención de que le leyeran las cartas, darle una pastilla y listo (nosotros no hacemos eso en la Terapia!)

Un día atendí un chico que me dice: “ya,…dime todo”, ya que él venía con la intención de que le leyeran las cartas, darle una pastilla y listo (nosotros no hacemos eso en la Terapia). Usé la canalización para entregarle información, pero pese a todo lo que yo le comuniqué desde el ámbito terapéutico, “él no lo tenía” y “no le ocurría eso que yo le decía”.

En la fase de diagnóstico ya veía claramente que él estaba desfasado de la vida, estaba sentado frente a mí pero su mente estaba 100 kilómetros más adelante, ya pensando en lo que haría en tres días más…

Buscando y agotando opciones de ayudarle a ver sus propios temas, sugerí partir haciendo una limpieza energética (que consiste en limpiar, sellar y proteger el campo energético) para el paciente y su familia. Ese paciente tenía hijos mayores de edad que todavía vivían en su casa, junto a su señora, y teniendo en cuenta que el ser superior de todos ellos me autorizó a hacerles las limpiezas (a veces no accede por infinitas razones, pero esta vez accedió), realicé esta técnica sobre todos ellos.

Nuevamente este paciente se sintió disconforme, comentando “no me dijeron nada”; sin embargo, luego de esto comprendí y pude ver que el paciente sólo era un canal, un intermediario: el verdadero trabajo fue la limpieza energética realizada a sus hijos, era a ellos a quienes yo debía ayudar, el mensaje no era para él, él no lo podía entender.

Luego de canalizar y reflexionar al respecto, logré entender qué había sucedido y por qué el paciente se había sentido así: sus hijos eran quiénes necesitan ayuda y él era el medio para conseguirla. Mis Guías y Maestros fueron fundamentales y muy importantes en ayudarme a entender esto.

«Mis Maestros y Guías Espirituales, junto con esta experiencia, me ayudaron a comprender el camino que tomó la terapia con este paciente»

Este paciente tenía más camino que recorrer, además de tener que hacerse consciente de que debía parar, detenerse: sólo él debía tomar la decisión de querer sanar. Desde ese momento, y como práctica esencial y básica de una primera sesión terapéutica, busco entender hasta donde los pacientes están listos para recibir información, para poder ayudarlos de la mejor forma.

Mi rol es siempre entregar el mensaje canalizado, pero buscando llegar de la mejor manera al paciente para que pueda comprenderlo. Todos vamos avanzando de acuerdo a nuestro ritmo, unos van más rápido, otros más lento, pero cada uno elige su camino. Como terapeuta, siempre hay que respetar su tiempo, ritmo y libre albedrío.

Con cariño,

Bárbara Abarca M.
Terapeuta ALAMA

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