Estamos permanentemente expuestos a riesgo de contaminación biológica y a las enfermedades que ello conlleva. En esta comuna explicamos qué son los agentes biológicos, cómo ingresan al organismo, qué precauciones debemos tener y de qué manera la Terapia Alama puede ayudarnos a combatirlos.
En columnas anteriores hemos estado revisando los ámbitos de sanación en Terapia Alama. Con ello hacemos referencia a los factores que pueden estar originando nuestros problemas, conflictos, síntomas y enfermedades y que son potencialmente sanables a través del sistema de sanación Alama. Uno de ellos son los “agentes biológicos”, que son seres vivos, tales como bacterias, virus, protozoos, hongos, gusanos, parásitos, etc.) que se introducen en nuestro organismo causando enfermedades y síntomas.
Puede que parezca extraño leer acerca de algo tan terrenal en un Blog como éste, pero puesto que se trata de un ámbito de sanación, es muy importante tener conocimiento acerca de cómo la Terapia Alama puede ayudarnos incluso a erradicar y protegernos de este tipo de problemas de salud, que son tan comunes, frecuentes y, en ocasiones, incluso graves.
Son muchas las enfermedades producidas por los agentes biológicos: entre las más graves podemos encontrar la hepatitis B, el VIH o la rabia, y enfermedades simples como la gripe, causadas todas por diferentes tipos de virus. Las bacterias pueden originar el tétanos, la tuberculosis, infecciones gastrointestinales, etc. Los hongos, por su parte, originan la candidiasis, el pie de atleta, histoplasmosis, los protozoos la amebiasis y la toxoplasmosis y los gusanos, enfermedades tales como la anquilostomiasis, entre otras.
Son bastantes las vías a través de las cuales pueden ingresar estos contaminantes biológicos a nuestro organismo: la vía inhalatoria (nariz, boca, pulmones), la vía dérmica (a través de la piel), parenteral (a través de heridas, cortes, pinchazos, etc.) y la vía digestiva (a través de la boca y el tubo digestivo), por lo que resulta necesario saber cómo cuidarnos adecuadamente para evitar que esto suceda.
Hay, obviamente, algunos factores que aumentan las posibilidades de contagio. Uno de ellos es la ocupación, pues es sabido que aquellos trabajos que se realizan en laboratorios e industrias microbiológicas o en hospitales, las labores en las que se trabaja con escombros, con eliminación de residuos, tratamiento de aguas residuales, procesamiento de alimentos y aquellos en los que se tiene contacto con animales y sus productos, implican mayor riesgo.
También hay períodos del año, situaciones y lugares que aumentan la posibilidad de contaminación. Por ejemplo, en invierno, es muy fácil infectarse con algunos virus, ya que están presentes en el aire, principalmente en los ambientes cerrados y con poca ventilación, tales como el metro, las micros y las oficinas en las que trabaja mucha gente junta. Los jardines infantiles, las salas cuna, los hospitales y las salas de urgencia también son focos de infección de diferentes tipos. Los baños públicos, las duchas y camarines de los gimnasios, los restaurantes que no cumplen con las normas de sanidad exigidas, los productos que requieren protocolos y cadenas de refrigeración, etc. Tener conocimiento acerca de los riesgos y poder evitarlos es una responsabilidad que no podemos evadir, para protegernos a nosotros mismos y a los demás.
Para impedir la proliferación y extensión de estos organismos en el ambiente es necesario preocuparnos de la limpieza, desinfección, ventilación y del control de vectores (roedores, insectos, etc.) de nuestros hogares y de nuestros lugares de trabajo. Además, en los empleos expuestos a riesgo biológico, existen normas y procedimientos destinados a disminuir el peligro y proteger a los trabajadores que deben ser conocidas por todos ellos.
Hay ocasiones en las que, a pesar de largos tratamientos con antibióticos, tendemos a repetir cierto tipo de enfermedades causadas por agentes biológicos. Infecciones urinarias recurrentes, amigdalitis, infecciones gastrointestinales, hongos, etc., pueden ser una verdadera pesadilla para quienes las padecen una y otra vez a pesar de los cuidados que suelen tener y del cumplimiento de las indicaciones médicas. En estos casos, es muy importante revisar qué puede estar pasando, pues tal vez, por alguna razón, nuestro organismo se ha transformado en un ambiente ideal para estos agentes.
En el diagnóstico Alama, es posible determinar si existen agentes biológicos que estén originando el motivo de consulta de la persona e identificar de qué tipo de agente se trata. Posteriormente, a través del trabajo alquímico que se realiza con las fichas, se puede liberar al cuerpo de los virus, bacterias, hongos o parásitos que estén originando el problema, transmutando el daño que haya podido generar en los cuerpos de la persona. Finalmente, se trabaja con el cuerpo físico y con el cuerpo etérico, en función de aumentar las defensas y anticuerpos del organismo, generando además un ambiente inhóspito que impida que el agente pueda vivir en él, sin que esto afecte negativamente la salud y bienestar de la persona.
Te invitamos a conocer la Terapia Alama y a probar su efectividad también en el ámbito fisiológico.
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