Puesto que a partir de la relación con otros significativos vamos desarrollando nuestra forma de ser y estar en el mundo, ellas también pueden configurarse como el origen de nuestros conflictos, pero también como un medio para la sanación.
Una de las características fundamentales del ser humano es su calidad de ser intersubjetivo. La conformación de la identidad, el autoconocimiento, el desarrollo emocional e intelectual tienen lugar en la interacción con personas significativas. Por tanto, es importante comprender que sólo se puede llegar a ser uno mismo a través de la relación con otros.
Evidentemente, las relaciones más significativas son las que establecemos con nuestros padres o cuidadores. Llegamos al mundo como seres absolutamente desprotegidos e incapaces de sobrevivir por nuestros propios medios, por lo que necesitamos de ellos para asegurar nuestra supervivencia y desarrollo. Es imprescindible, por tanto para el niño, desplegar estrategias conductuales que le permitan mantener una cercanía con sus cuidadores. Éste es el apego, definido por Bowlby como “cualquier forma de conducta que tiene como resultado el logro o la conservación de la proximidad con otro individuo claramente identificado al que se considera mejor capacitado para enfrentarse al mundo” (Bowlby, 1995, p.40).
En estas relaciones primarias, en concordancia con su desarrollo cognitivo y emocional, el niño va construyendo un modelo acerca del mundo y de sí mismo, caracterizado por creencias, significados, emociones preponderantes y una regulación emocional particular, dependiendo de la calidad del vínculo y de las experiencias. La experiencia del niño con sus padres, además, tiene un rol fundamental en la capacidad posterior de establecer lazos afectivos, incidiendo fuertemente el estilo relacional, es decir, en el tipo de vínculo que vayamos estableciendo con otras personas a lo largo de nuestras vidas.
Pero a diferencia de lo que pudiese pensarse, las conductas de apego no finalizan al concluir la infancia, sino que permanecen durante toda la vida, aunque en diferentes formas. Y, si bien, los patrones establecidos en la infancia son los más fuertes, estos pueden ir modificándose a lo largo de la vida en la relación con otros significativos.
En la niñez, pubertad y adolescencia, las experiencias con nuestros pares confirman o desconfirman algunas de las creencias y visiones que tenemos acerca de nosotros, de los demás y del mundo, permitiendo un desarrollo más complejo e idealmente más flexible y generativo de la propia identidad.
Los hermanos, abuelos, amigos y otros, van teniendo diferentes grados de influencia en diferentes etapas de la vida, de acuerdo a la cercanía que tengamos con ellos, confirmando o desconfirmando las creencias y visiones que tenemos acerca de nosotros mismos y del mundo.
Las parejas, por su parte, se constituyen como grandes motores de desarrollo, autoconocimiento y, en algunos casos, de cambio, pues en ocasiones tendemos a repetir en estas relaciones, los conflictos no resueltos con nuestros padres. Además, debido a la intensidad de las emociones que suscitan y al grado de intimidad que se llega a establecer en pareja, suelen ser quienes más inciden en nuestras vidas durante la juventud y la vida adulta.
Para poder utilizar a nuestro favor la experiencia que tenemos con nuestras relaciones significativas, podemos comenzar revisando nuestras creencias acerca de nosotros mismos, de los otros y de las relaciones para luego ver de qué manera éstas pueden explicarse a partir de la relación con nuestros padres y de la influencia que ésta tuvo en nosotros. De esta manera, podemos intentar flexibilizar nuestras visiones, evitando relacionarnos con otros desde preconcepciones, limitando los prejuicios para intentar tener experiencias diferentes a las que hemos repetido hasta el momento y que nos han dañado.
En Terapia Alama, las relaciones significativas se constituyen como un ámbito que frecuentemente origina algún tipo de conflicto. En esos casos, es necesario identificarlas claramente para hacer el proceso de transmutación de estas relaciones a nivel energético-cuántico, de manera que podamos comenzar a trascenderlas y a generar cambios en ellas y, sanar al mismo tiempo el o los problemas que están originando en diferentes ámbitos de nuestras vidas.
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